Al conmemorar el Día del Diácono, este 10 de agosto, resulta esencial destacar a personas que han dedicado su vida al servicio. Una de ellas es Alberto Zamorano, quien fue ordenado con ese rol el 23 de diciembre de 2005, por Monseñor Antonio Moreno.
Tras 18 años desempeñando esa tarea, su compromiso queda demostrado por la constante colaboración que entrega a San Juan de Mata, siendo una figura central en la parroquia.
Un servidor
¿Cómo inició esta inquietud? Alberto recuerda una anécdota: “mi hijo, a la edad de 10 años, en una reunión de apoderados me definió. Le preguntaron ‘¿quién es tu papá?’ y respondió ‘un servidor’, eso era para él”.
Tras ello, cuenta que “pasaron 15 años y seguí este camino por invitación de Germán Hermosilla, quien entonces era párroco en Natividad de María”. Antes de entrar a la escuela de diaconado, se preparó cursando durante tres años estudios de ciencias religiosas en la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
Esta decisión ha impactado en muchos aspectos, pues reconoce que ha significado “un cambio en mi vida. Yo era un hombre terriblemente colérico, muy mal genio y esto me transformó”.
“La principal característica del diácono es servir al Señor y a la comunidad”, concluye Zamorano.
Fundamental en la vida comunitaria
Los diáconos cumplen un papel relevante en la realización de sacramentos, en la formación de catequesis y en el acompañamiento espiritual, y Alberto es ejemplo de ello.
“Son fundamentales en la vida comunitaria, porque ayudan a coordinar lo que es pastoral y los servicios litúrgicos, acompañar a enfermos y hacer una vida más grata en la iglesia”, dice el padre Claudio Alarcón, párroco de San Juan de Mata, agregando que Alberto se caracteriza por “la disposición para ayudar en cuanto se requiere, lo que es bueno destacar en los diáconos permanentes”.

En este Día del Diácono, la comunidad de San Juan de Mata celebra no solo la existencia de esta vocación, sino también la vida y obra de uno de sus más queridos servidores: Alberto Zamorano.
